viernes, 14 de septiembre de 2007

Verano Astur

En verano todos nos regalamos, eso es indudable. Cambiamos los tacones por las chanclas, el perfume por el aftersun, el mantel por la terraza y el rioja por la sidra o la sangría.
Es en esta época de reservas imposibles y locales abarrotados cuando más difícil es comer bueno bonito y, puestos a pedir, barato y fresquito.
Asturias, y especialmente el oriente asturiano, de donde soy hija adoptiva, disfruta uno de los veranos más maravillosos en cuanto a fiestas, comidas y jolgorios varios siempre y cuando sepas por dónde te mueves. No pretendo contároslo todo, porque necesitaría un siglo y además os quitaría el placer de investigar, que como sabéis es mi pasión, pero sí hacer un pequeño esbozo que os oriente.




ARRIONDAS

No es la villa más bonita ni la más visitada de la zona -aunque sí la más querida para mi por motivos personales- y también un buen centro desde donde moverte, escenario de varios de los más importantes eventos.

Aquí se celebra cada año la Subida del Fitu, que hace las delicias de los aficionados al rally, y comienza ya en mayo a calentar motores para las muchas fiestas que se suceden.

El 22 de mayo es Santa Rita y en el fin de semana más cercano a esta fecha se hace la primera fiesta que inaugura oficialmente la temporada de "una fiesta cada día", y es que no hay pueblo por pequeño que sea que prescinda de su verbena, su bollu, su costillada, su paella o su mercado tradicional.

El 16 de julio (Santa Carmen) se arma otra de las que nos gustan aquí; una orquesta y mucha sidra. Pero es el último fin de semana de julio cuando son las verdaderas (y mejores del mundo) fiestas de Arriondas.

El Bollu (último fin de semana de julio)
El jueves y el viernes ya encontrarás movimientos sospechosos. La gente está nerviosa, acabando las carrozas, cada pandilla la suya, y alquilando los trajes tradicionales, de llanisca ellas y de porruanos ellos.

Las terrazas a rebosar y en ocasiones algún pequeño concierto de grupos celtas hacen de preámbulo al día grande. El sábado es la cremés, un baile cerrado en el parque de San Roque donde antiguamente hacían las mozas su puesta de largo. Hoy en día suele ser un reclamo para la gente madura mientras los jóvenes se decantan por la docena de pubs y las dos discotecas que tiene Arriondas.

El domingo temprano hayas dormido o no, los pasacalles y gaiteros levantan sin piedad a todo el mundo. La gente se apresura a vestirse. Ellas no pueden hacerlo sin ayuda y se reúnen en un festival de enaguas y faldones y pañuelos plegados y alfileres y orquillas digno del medioevo. Y a la calle señores que estamos en fiestas y el traje hay que lucirlo.

La hora del vermú se convierte en un coro de risas y destellos de azabache y en una exhibición, claro. A las seis comienza el desfile de carrozas, siempre hechas por nosotros y con motivos asturianos desfilamos orgullosos ofreciendo y disfrutando de nuestro precioso elixir de vida; la sidra.

Al llegar al parque de la Concordia, un delta maravilloso entre el Sella y el Piloña, las familias esperan con la empanada, las tortillas y los filetes para la típica merienda en el césped que se alarga hasta entrada la noche cuando comienzan las orquestas que nos acompañarán, si la cosa tercia bien, hasta el amanecer.

¿Cansados ya? De eso nada, ¡que el lunes es el Bollín! Y es que después de quitarte un vestido de doce kilos parece que flotas y, claro, ya puestos... y como seguro que ha sobrado algo de sidra y alguna empanada, nos reunimos en la plaza de la Peruyal para merendar y comprar el pañuelo y esperar a la charanga que nos lleve por las calles a pedir ayuda a las ventanas. Y te aseguro que si agua quieres agua tendrás, hasta que, si llegas, termines empapado y exhausto con un bañito en el río.



Piraguas (primer fin de semana de agosto)
Casi sin tiempo para descansar del Bollu al siguiente fin de semana llega la avalancha. Miles y miles de personas llegan de todas partes, acampan en todos los rincones, rotondas incluidas, y abarrotan campings y hoteles que tienen reservas de un año para otro. Una marabunta incontrolable de gente se tira a la calle para vivir la que es sin duda la fiesta más multitudinaria de la provincia.

El sábado a las doce en punto de la mañana los que sobreviven a la noche del viernes se agolpan en el puen y en el río para ver la salida de la carrera de piraguas en un acto que para mi es el más solemne y emocionante de cuantos haya visto.

Alguna personalidad lee el pregón, un hermoso poema que Dionisio de la Huerta, ilustre fundador de la competición, escribió en su día y que él leía con su voz rota y entrecortada hasta que la salud se lo permitió. Cantamos entonces el Asturias Patria Querida, muchos con el corazón en un puño, y al abrirse el semáforo fluvial en un instante casi mágico miles de piragüistas salen como rayos, corriendo entre las piedras, aferrados a su remo con la esperanza de alcanzar su piragua y encontrar su trocito de agua en aquel aglomerado de palistas, piraguas y nervios.



(continuará)

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